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Lo que debes saber sobre el tratamiento de la ansiedad (parte I)

12/11/2016

A todos nos suenan nombres como el diazepam, alprazolam (o Trankimazín), lorazepam, Rivotril® (clonazepam), Sedotime® (ketazolam) o Lexatín® (bromazepam). Todos ellos son tratamientos muy socorridos para el tratamiento de la ansiedad y del insomnio y pertenecen a una familia de medicamentos que se llaman benzodiacepinas.

Tratamientos ansiolíticos

Esta familia de fármacos tienen efectos ansiolíticos, hipnóticos, miorrelajantes, y algunas por sus intensos efectos sedativos capacidad para ser revertidas son empleadas en las inducciones anestésicas. El uso que se le da a cada uno de ellos depende no sólo del tiempo que permanecen en la sangre llevando a cabo su efecto, sino de aquel efecto para el que son más potentes.

Existe mucha alarma social ante las benzodiacepinas puesto que se les atribuye muchas propiedades terriblemente nocivas, las cuales son aprovechadas y magnificadas por muchas empresas para enriquecerse a costa de envilecer a un producto que, bien empleado (esto es sumamente importante) ayuda a las personas a mejorar sus síntomas y encontrarse mejor. Es el caso de empresas destinadas a la desintoxicación de sustancias tóxicas.

Por tanto, es necesario realizar una lectura crítica de la inmensa cantidad de información que encontramos en la web así como también matizar aquello que leemos en los prospectos, aclarando que:

Es cierto que las benzodiacepinas, producen somnolencia y, en algunos casos (dependiendo de la tolerancia individual y de las dosis) alteraciones en la coordinación motora.

Claro está que, en algunos grupos de edad, hay que tener especial atención a la vida media del fármaco (es decir, el 50% del tiempo que tarda un medicamento en eliminarse de la sangre) porque la disminución de la eliminación del mismo puede conllevar a que éste se acumule en el organismo.

Si aparecen estos efectos secundarios, resulta importante comunicarlo al médico prescriptor bien para ajustar la dosis, bien para sustituir por otro medicamento que pueda tolerar mejor. Y señalar que, a pesar de tratarse de fármacos muy socorridos en la medicina actual, no todos los facultativos están “acostumbrados” a darlos o no conocen sus diferencias individuales.

Es cierto que el tratamiento prolongado con benzodiacepinas produce la sensación de “pérdida de memoria” o “despistes”, pero estos desaparecen cuando se suspende la medicación por tratarse de un efecto secundario reversible.

Es falso que provoquen la muerte. En algunas publicaciones escritas o webs se asevera que la combinación de antidepresivos y benzodiacepinas mueren a causa de los efectos combinados de ambas sustancias, e incluso se atribuye a los ansiolíticos el fallecimiento de alguna celebridad de Hollywood.

Es cierto que la combinación de benzodiacepinas y alcohol puede deprimir el centro respiratorio, pudiendo llegar a causar parada respiratoria. No obstante, son necesarias dosis muy altas de ambas sustancias. El efecto de las benzodiacepinas puede revertirse mediante antídotos.

Así pues, las benzodiacepinas son -como todo fármaco disponible en el mercado- sustancias químicas que producen efectos “deseables” e “indeseables”. Y como sucede con el resto de los medicamentos, el abuso no es recomendable: dosis muy altas de paracetamol afectan al hígado, la toma persistente de ibuprofeno perjudica a la mucosa gástrica… Todos los medicamentos tienen efectos que no hay que menospreciar.